Rosas crecen en todas partes, cada una con sus peculiaridades. Las plantas y las riegas cuando son pequeñas,las cuidas y educas cuando van creciendo, y ya maduras y adultas cuando llega la primavera suelen lucir radiantes y hermosas. Pero a toda tranquilidad siempre le llega su fin. Pues ninguna a las rosas les explico, que aquel, que las planto y cuido, que las educo y abrigo, con mano tosca y duro corazón las arrancarían del lecho sin compasión. Y ahora van muriéndose de pena y con cada lágrima, triste y solitaria, desean y se imaginan un sitio mejor, ya que cuando el corazón más feliz del mundo abre los ojos al exterior, el dolor lo mata despacio, sufriendo durante cada minuto y segundo de su vida. Ante esto, para muchas de ellas quedarse ciega es lo mejor ya que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Rosas radiantes y hermosas, ahora mueren marchitas por la pena, pues aquel que creían su padre las deshojo y su apreciada inocencia quitó.
Van llorando sangre, marchitas y deshojadas por las calles.
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