martes, 30 de noviembre de 2010

¿Ahora, a donde iré?



“¿Tienes miedo?”, me pregunto, y lo único que supe contestar fue un “Si” trémulo y silencioso, lleno de terror que aquella situación me provocaba. Ante mi se extendía un niño, ¿cuantos años tendría?, ¿3, 4...?. Sin duda 4 o 5 años menos que yo. Aquel hombre, del que no sabia ni el nombre. Cogió mi mano, que temblaba por los nervios y me quito la navaja, susurrándome al oído:
“Los cobardes sois escoria, no servís para nada”, rodeo mis manos con aquella gruesa cuerda y me arrastro por aquel largo pasillo por las que tantas veces me había arrastrado y llevado durante aquellas semanas. Un pasillo con destino a mi prisión. Chille todo lo que pude, patalee, le suplique...hice todo lo que podía pero aun así, no me escucho y de un empujón me tiro contra la pared de aquella oscura habitación.
“Quizás unos cuantos días más aquí, te hagan recapacitar sobre tus opciones” Y diciendo esto, cerro la puerta.
Había sentido tanto miedo durante aquellas semanas, que ni me percate de que mis ojos ya no lloraban. No sentía nada, mi corazón, mis pulmones, mi estomago vació, mi garganta reseca...Todo, se había parado. ¿Existía el aire?, no lo se, ya no se ni siquiera lo que es la brisa. ¿El sol?, no, aquí no existía el sol. Solo había oscuridad, solo densa y oscura soledad.
Nada más, solo yo y la oscuridad.
Una semana después volvió a buscarme de nuevo, me ato las manos y condujo por el estrecho pasillo hasta llegar de nuevo a aquella sala.
El mismo niño, la misma navaja, las mismas palabras de odio y burla...Pero yo, ya no era la misma.
Un agudo chillido resonó por todo el edificio.
Ahora todas las paredes estaban teñidas de sangre.
Ahora ya no se burlaba de mi, ahora me alababa.
Ahora yo ya no sentía mi corazón.
¿Y ahora?, ¿a donde iré ahora, cuando ya mi cuerpo deje manar sangre?.
¿Ahora, cuando mi corazón deje de latir por siempre?.
¿Ahora, a donde iré?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Mi Cajita de Música


 - Dos bailarinas...

Otro golpe se holló desde el otro lado de la blanca pared, la única que me había protegido y aislado de tantas otras discusiones o peleas, como aquella...Esta vez aquel hombre, al que mi madre insistía en llamar marido, se había enfadado. Nunca supe porque o cual era el motivo de su enfado, pero siempre había pensado que era culpa de mi madre, pues era ella la que nos había metido otra vez en aquella situación.
Ella pensaba que yo no lo notaba, que yo no notaba cuando lloraba o cuando el le pegaba.

 - bailan a la vez...1,- seguí cantando mi canción.
En situaciones como aquellas era mejor callar, y esperar.

Algunas veces le amenazaba diciendo que se marcharía, y nunca más volvería a verla. Y el como tantas otras noches le había rogado falsamente que no se fuera, que la quería y que sentía lo que había hecho. Mamá había caído en esa misma trampa tantas veces...y aun así seguía creyendo que él era distinto a los otros.

 - 2, y 3... - Tonta mamá, incluso yo siendo una niña me daba cuenta de ello.

Tan ciega podía llegar a estar una mujer por un amor, que además de ello estaba formado por la mentira. Había recibido tantos golpes, y aun así seguía protegiéndole a él.
Los golpes y los gritos ya habían pasado. Contradiciendo mis propias palabras se holló un fuerte golpe, y con el un par de sollozos. Abrí un poco la puerta, lo suficiente como para ver a mi madre apoyada de espaldas a la puerta de la entrada sollozando silenciosamente. Se había ido, y con suerte quizás no volvería.
Cerré la puerta, y cogí mi caja de música, y nuevamente le di cuerda intentando olvidar los recuerdos de tantas otras noches en vela. Cantando aquella canción, una, otra, y otra vez...hasta que mi garganta ya reseca, no pudo más y dormí.