jueves, 30 de junio de 2011

Corre

Corre. Era en lo único que en mi mente resonaba. Corre, sigue y sigue corriendo. No mires atrás, solo corre. Los pasillos se estrechaban y agrandaban, cada pasillo era diferente. Estaba en un laberinto de pasillos, donde la salida era el cielo y aquellas paredes blancas mi tormento. No encontraba la salida, ¡por más que corría no la encontraba!
- Sanny...¿dónde te estas?¿por qué corres tanto?
Unos escalofríos me recorrían insistentemente la espalda, haciendo que mis articulaciones se pararan en seco. Él estaba ya muy cerca, pronto me encontraría.
- ¿Por qué huyes de mi cariño?, eres mi esposa, y una esposa obediente no huye de su marido.
Su voz fría como el hielo, sin un atisbo de sentimiento no hacia más que resonar entre estas paredes blancas. Yo seguía corriendo, corriendo a tropezones y temblando de miedo, pero no podía pararme. Si me paraba él me encontraría, y entonces...seria mi fin. Ya no tendría otra oportunidad como esta para escaparme. Si me encontraba, seria mi fin definitivo, y me volvería a encerrar en aquel oscuro sótano lleno de moho. Tenia que escapar de él, aunque me dejara la vida en el intento.
El monstruo del armario pronto la encontraría. Pronto volvería a su cárcel sin salida. La niña llena de tristeza, solo le quedaba aquel armario que una vez fue su salida. Niña mala, niña desobediente, ya te avisaron que el monstruo no era buena gente. Pero tu no quisiste escuchar a lo que decían de él, tu curiosidad era tan grande que no pudiste resistirte. Y ahora no te queda más remedio que llorar y llorar. Porque la curiosidad mato al gato, y a ti el corazón.